Casi todos solemos pedir un deseo en algunos momentos: al soplar las velas en nuestro cumpleaños, al ver una estrella fugaz, cuando éramos pequeños y veíamos un número capicúa, la gente lo hace en lugares emblemáticos como la Fontana di Trevi que algún día espero visitar. El caso es que muy muy de vez en cuando alguno de esos deseos se cumple. ¿Pero qué hacéis entonces? ¿lo disfrutáis? ¿es como realmente pensábais? Que no hablo de cuentos de hadas, que esos no existen. Que la vida es bastante más turbia y bastante más interesante que aquello que se predica de un no sé qué felices y perdices.
Tenemos una larga lista de deseos esperando a ser deseados y cumplidos así que yo este año pienso volver a soplar las velas otra vez y desearé tener un día perfecto. Y no se trata de elegir uno concreto en la vida. No se puede. Nunca sabes cuál es el mejor día en tu vida hasta que no estás justo en medio de él. Cuando te das cuenta de que todo el tiempo es poco porque querrías quedarte en ese momento para siempre. Esos son los mejores días, los días perfectos.
Así que ojalá muchos de esos.
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